La leyenda de Don Juan

Creo que todo el mundo sabe que el término “Don Juan” se emplea para describir a los mujeriegos, o como símbolo de libertinaje y lujuria. ¿Pero cómo empezó la leyenda de Don Juan?

La leyenda empezó con la obra de teatro El burlador de Sevilla y convidado de piedra que escribió Tirso de Molina en 1630. En esta historia, Don Juan mata a Gonzalo, el padre de una de las mujeres a las que sedujo, cuando este escucha los gritos de su hija y acude rápidamente a defender su honor. Más adelante, cuando pasa al lado de la tumba de Gonzalo, se burla de la estatua que hay sobre ella diciendo que sus últimas palabras acerca de perseguir a su asesino no se habían cumplido. Don Juan incluso invita a la estatua a cenar, lo que esta hace encarnada en la forma del fantasma de Gonzalo.

Gonzalo invita a Don Juan a otra cena en la capilla y él acepta. Al final de la comida, Gonzalo toma de la mano a Don Juan, lo mata y lo arrastra hasta el infierno.

Después hay otras versiones como la ópera Don Giovanni de Mozart, que se basa en la leyenda de Don Juan, o la de Byron en la que el rol de Don Juan se invierte y ya no es un mujeriego, sino alguien que se deja seducir fácilmente por las mujeres. La versión más popular en España es la de José Zorrilla en la que Don Juan se arrepiente y obtiene la salvación.

Lo cierto es que hubo un hombre, Miguel Mañara, que vivió en Sevilla en el siglo XVII y que algunos proponen que era el modelo original de la obra de Tirso de Molina. Sin embargo, Mañara solo contaba con tres años de edad cuando esta se escribió. A pesar de eso, muchos afirman que Mañara había sido un mujeriego durante años hasta que, tras la muerte de su esposa, entró en un periodo de reflexión profunda y se encomendó a Dios. Más adelante, llegó a estar al frente de la Hermandad de la Santa Caridad y el Hospital de la Caridad, que aún hoy en día da asistencia a personas pobres y discapacitados. Hay quienes sostienen que, en realidad, nunca fue un mujeriego, sino que se trata de una leyenda que se inventaron sus detractores cuando surgió el movimiento para convertirlo en un santo en el siglo XIX. Sin embargo, él mismo se definió como “ceniza y polvo, pecador desdichado… con mil abominaciones, soberbias, adulterios, juramentos, escándalos y latrocinios”.

A consecuencia de la historia de Miguel Mañara y a su relación con Don Juan, el Hospital de la Caridad es uno de mis lugares favoritos de Sevilla. En la iglesia del hospital hay dos interesantes pinturas de Juan de Valdés Leal. Una se titula In Ictu Oculi, que en latín significa “en un abrir y cerrar de ojos”.

La locución latina y título del cuadro es un extracto de la I Epístola de San Pablo a los Corintios: “En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la trompeta final —porque esto sucederá— los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados”.  En la pintura se puede ver un esqueleto, el símbolo de la muerte, que apunta hacia las palabras In Ictu Oculi. Además, tiene el mundo bajo sus pies, un ataúd bajo su brazo y una guadaña para extinguir la luz de la vida “en un abrir y cerrar de ojos”.

La otra pintura es Finis Gloriae Mundi, que en latín significa “el fin de las glorias mundanas”.  Esta muestra una cripta en las que se pudren los cadáveres de un obispo y un caballero de la Orden de Calatrava, lo que evidencia que hasta el hombre más rico del mundo ha de enfrentarse a la muerte “en un abrir y cerrar de ojos”.